Sin Barbie Ferreira ni John Leguizamo, probablemente «Un «like» de Bob Trevino» podría haberse perdido en las tardes lacrimógenas de tantos filmes de sobremesa dominical. Nos referimos a esos títulos olvidables y olvidados que abundan en historias levantadas para echar la siesta con la apacible sensación de que nada nos perderemos porque en realidad nada relatan que merezca la pena ser recordado.
Todo en este «Superman» de James Gunn (Guardianes de la Galaxia) parece ir a contracorriente. Acusada de simpatías palestinas por la lejana simetría entre las víctimas civiles a las que Superman ayuda para evitar una invasión criminal entre dos países de fuerzas militares muy distintas, lo único que resulta literal es que, a lo largo de dos horas, este Superman recibe tantas palizas como la suma de quienes le precedieron.
Si algo se inicia con «Whole Lotta Love» de Led Zeppelin y el primer plano lo ocupa Brad Pitt, nada puede ir mal. ¿Nada? Esa es la cuestión, que salvo el legendario tema de Robert Plant y Jimmy Page escrito en 1972, y la presencia de un Brad Pitt que cada día se parece más al Robert Redford de los años 70, nada hay en esta película, construida para la gloria de la Fórmula 1 y la legitimación del imperio árabe del lujo y el petróleo, merecedor de ser tenido en cuenta.
Nieta de Francis Ford Coppola y sobrina de la también directora y guionista Sofía Coppola, a Gia Coppola (Los Ángeles, 1987) el cine mecía su cuna. Gia representa el brote nuevo de una casta familiar abundante en nombres propios, guiada y, al mismo tiempo, cegada y deslumbrada, por la figura del creador de la mejor trilogía cinematográfica sobre la llamada (en ese caso perversa) del ADN y la ambición desmedida: «El padrino I, II y III». Gia creció bajo la tutela de Sofía Coppola.
Resulta evidente que La trama fenicia, la última locura de Wes Anderson, comparte con Viridiana algunas extrañas coincidencias. Y parece posible que éstas podrían haberse gestado cuando en Chinchón y Colmenar de Oreja, el iconoclasta Anderson se refugió con su equipo para rodar Asteroid City (2023).
Un rodaje accidentado afectado por los coletazos de la Covid-19, una segunda parte retrasada más de la cuenta, una sensación crepuscular de final de partida, un argumento con ecos provenientes de las siete entregas anteriores y un Tom Cruise eterno, decidido a seguir a toda costa, determinan lo que «Misión imposible: sentencia final» encierra en su interior.
Bong Joon-ho ha resuelto su reto bajo pabellón americano tras «Parásitos» (2019) engendrando un filme que lleva su ADN inscrito en el pixel. Al contrario que otros profesionales deslumbrados por Hollywood, el coreano, autor de obras como «The Host» (2006) y «Memories of murder» (2003), ni ha traicionado a su público, ni se traiciona.




