Nuestra puntuación
1.0 out of 5.0 stars

Título Original: BRIDGET JONES: MAD ABOUT THE BOY Dirección: Michael Morris Guion: Abi Morgan y Dan Mazer. Novela: Helen Fielding Intérpretes: Renée Zellweger, Hugh Grant, Emma Thompson, Chiwetel Ejiofor y Leo Woodallr País: EE.UU. 2025  Duración:  126 minutos

Agotamiento

Con una Renée Zellweger patética, penosa, ridícula, esta cuarta entrega de las confesiones de Bridget Jones, en su naufragio absoluto, consigue un extraño aunque no infrecuente milagro.  Incluso en las malas películas habitan ideas con sentido. Así, aunque su calidad sea ínfima, de una lectura cruzada emanan aleccionadoras conclusiones. La primera, no por sabida debe ser desatendida, es que hay que saber envejecer. Zellweger y su personaje más reconocible, la Jones, lo ha olvidado. Eso lleva a la actriz a pasarse más de dos horas haciendo muecas y bostezos, mohines lastimosos y caritas insufribles. Se diría que nadie la quiere. Si tuviera algún buen amigo o amiga, seguro que no le hubieran permitido hacer esto. Pero o necesita mucho el dinero o no es consciente de que moverse como un pingüino con retorcijones, repetir los viejos chistes de bragas y transparencias o subvertir el rol  de viejo verde por el de viuda alegre retozando con un yogurín con cuerpo de modelo y cabeza de calabaza, carece de estética y su ética descansa en un estercolero.

La segunda; no es de extrañar que EE.UU. se pelee con el mundo, el viejo sueño americano crea monstruos insaciables. En este caso, pijos de piscina particular, gentes blandas de entrañas duras. El retrato social que la película de Michael Morris pergeña da escalofríos.  Aunque sea comedia, ya se sabe que el brochazo y la caricatura imperan, su paisanaje labra una galería de infrahumanos.

Con un guion extraño, capaz de recurrir a todo tipo de banalidades, entre los intersticios del argumento se perciben algunas sombras extrañas. En este «Loca por él», se cuestiona la trascendencia del ser, la existencia de dios y la inmortalidad del alma. También se habla de saber aceptar la muerte, de asumir la pérdida de un ser querido y de rehacer una existencia destrozada. Extraña mezcolanza para una Zellweger en apuros que ya no cumplirá los 55 años y que aquí se presenta como la madre viuda de dos niños (demasiado) pequeños. Entre despropósito y despropósito, con autohomenajes a su propia historia, avanza un filme inane que, en lo peor, se pone al mismo nivel que las insulsas entregas del Santiago Segura que exprime a sus propios hijos.

Cuando con los títulos de crédito y tras el guiño a «¡Qué bello es vivir!» ya ha finalizado todo felizmente en su pleno sentido, el realizador inserta imágenes de las tres entregas precedentes que permiten asomarse al pasado de Bridget Jones/Renée Zellweger y comprender que el tiempo lo devora todo.

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