La biografía de Terence Davies aparece escrita sobre renglones (re)torcidos. Su vida ha ido avanzando sobre las oxidadas vías de un ferrocarril que parecía estar destinado a quedar varado en una estación sin pueblo. Ya había cumplido los 25 años cuando el joven Davies se ahogaba en la oscura y estrecha jaula de un discreto contable de segunda condenado a pudrirse en una oficina de transportes de su Liverpool natal.

La cultura anglosajona posee una cualidad impagable. Sus súbditos nunca pierden aunque, en realidad, casi nunca ganan. Por ejemplo, llevamos más de cuatro siglos bajo el estigma del gran fracaso de la Armada Invencible cuando el resultado de aquella guerra fue la victoria de la corona española.