Han pasado varios minutos cuando el forense emite sus dudas razonables ante la causa de la muerte de un escritor fallecido, aparentemente, por una caída desde su casa de montaña. En ese momento de la cinta, cada persona ya ha visto germinar en su interior la amenaza de la incertidumbre.
Con la misma técnica y parecida estrategia con la que DK y Hugh Welchman rodaron «Loving Vincent», se ha forjado esta pieza bizarra de enorme belleza y dramático trasfondo basada en la novela homónima del premio Nobel W.S. Reymont.
Thomas Cailley, «Les combattans» (2014), pone en mano de Romain Duris y Paul Kircher una historia que se intuye de dónde parte pero de la que nunca se termina por saber a dónde quiere ir. Ejemplo de lo primero, ese ser y saber, lo da el personaje más joven, un Kircher que aporta una interpretación orgánica de enorme fisicidad hasta hacer creíbles sus permutaciones.
Con el estreno de «Orlando. Mi biografía política» nos enfrentamos al menos a tres facetas creativas de Paul B. Preciado de muy diferente naturaleza. Ensayista, comisario de arte contemporáneo y realizador de cine, la figura de Preciado se ha impuesto en los últimos años como una de las personalidades más singulares de la actualidad.
Woody Allen (Manhattan, 1935), no cree en dios. En consecuencia, cuando la existencia le impone la sombra de la incertidumbre, no puede acudir al «relojero del tiempo» para aplacar su sed de conocimiento. Y no es porque ese relojero divino le fuera a dar respuesta; los dioses no hablan por más que sus fieles escuchen.
Cuando Nanni Moretti filmó «Caro diario» (1993) acababa de cumplir los 40 años. Era, como su título explicita, su pieza más personal, un filme autobiográfico que debe entenderse desde una compleja red de espejismos ficcionados. «El sol del futuro», otra obra radical de autoficción, nació cuando Nanni Moretti iba a cumplir, el pasado 19 de agosto así lo hizo, 70 años.
La precisa prosa de Stefan Zweig, fielmente aliada con el retruécano y la sutileza, rendida en sus novelas a personajes femeninos casi siempre atrapados por su condición, hubiera necesitado de un autor más inspirado que el danés Bille August.
Escritor antes que director, Olivier Treiner debuta con un largometraje en el que pesa más la letra que la imagen. De ahí que su esqueleto termine por asfixiar la empatía de sus principales personajes quienes, pese a su buen oficio, se van perdiendo cada vez más en la idea pretextual de su origen. Un leit motiv demasiado denso para tan escasa capacidad audiovisual.
Con el declinar de los grandes cineastas italianos surgidos del neorrealismo, cuando el final de la guerra empezó a parecer lejano ante los nuevos problemas que sacudían a la Italia de la prosperidad, apareció un cineasta singular y, hoy lo sabemos, de extraordinaria coherencia, llamado Marco Bellocchio.
Gigante en tiempo de gigantes, Umberto Eco alumbró el saber en la segunda mitad del siglo XX. Semiólogo, filósofo, pensador, escritor, activista…, por encima de todo fue un heterodoxo al que le gustaba transitar por los espacios en penumbra.