Algunas veces hay cortometrajes cuya feliz repercusión enciende la necesidad de que deberían crecer. Ese salto, convertir una historia condensada en unos pocos minutos en un filme de casi dos horas, es tentación envenenada. Ni es fácil ni siempre se consigue lo que se pretende: sublimar la calidad e interés de lo que nació como esencia pequeña.

Podría afirmarse que Pablo Hernando toma el nombre de Melville en vano. Desde luego su película juega, sin conjugar con brillantez, con el legado de los dos Melvilles más recordados. Que se sepa, «Una ballena» cita sin disimulo al autor de «Moby Dick», Herman Melville y al realizador de «El silencio de un hombre», Jean-Pierre Melville.