Título Original: L´INNOCENT Dirección: Louis Garrel Guión: Louis Garrel, Tanguy Viel y Naïla Guiguet Intérpretes: Louis Garrel, Roschdy Zem, Anouk Grinberg, Noémie Merlant y Manda Touré País: Francia. 2022 Duración: 100 minutos
…lo que parece
Todo en “El inocente” se sabe atravesado por el fingimiento y la afectación. El (in)verosímil determina el fundamento de lo que, más allá de la anécdota argumental que lo sustenta, constituye su identidad. Desde su primera secuencia, cuando vemos a Roschdy Zem, actor y director francés de origen marroquí, se huele que un velo de afectación enturbia nuestra percepción. Pronto sabremos que Michel, su personaje, un presidiario a punto de recuperar la libertad, participa en un taller de teatro ante la atenta mirada de Sylvie (Anouk Grinberg), la directora de la actividad cuya sagacidad crítica está fundida.
Sylvie mira a Michel no como la profesora que es, sino como la mujer enamorada que pronto se casará. En el otro lado de este juego a cuatro bandas, Louis Garrel contrapone a Clémence (Noémie Merlant) y a Abel (interpretado por el propio Garrel, de ahí su comparación con Woody Allen). Ambos trabajan juntos en un acuario. Abel guía a los grupos escolares y les enseña los misterios de las profundidades marinas. Clémence bucea y cuida de la fauna allí encerrada. Están juntos pero un muro de agua, cristal y aire les separa. Abel, hijo de Sylvie no cree a Michel; es un joven viudo que perdió a su mujer en un accidente de coche que él conducía. Su mujer era amiga de Clémence, así que esa herida provoca dolor en la tensión sexual no resuelta entre Abel y Clémence.
De lo que vemos, de lo que parece y de lo que es, habla “El inocente”. De esas cuatro esquinas de este tablero de emoción y sexo que Garrel dibuja con paciencia y oficio. Conforme el guiso se cuece, la historia seduce y atrapa. El medio escogido, su esencia, es un género muy francés, el polar. Una historia de atraco y suspense, de engaños y amores, esas cartas que en el cine francés han jugado con maestría gentes que van de Melville a Chabrol, de Clément a Verneuil, de Richet a Clouzot, en una lista brillante e intensa.
Garrel a diferencia de los citados, es hijo del siglo XXI; tiempo de postmaterialismo y metalenguaje. En “El inocente” esa deuda generacional implica el uso de la coartada del humor como escudo legitimador. Es decir, Garrel funde “Rififí” con “Rufufú”, expande su filme y conforma un fresco polisémico y ambiguo. No logra arreglar la sutura de su frágil punto de partida, el artificio. Pero la sombra de esa duda cultiva secuencias sugerentes, delirantes, “garrelianas” y absurdas.