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¿Consciencia o no consciencia?, esa es la cuestión
foto-transcendence
Título Original:TRANSCENDENCE Dirección: Wally Pfister Guión: Jack Paglen Intérpretes: Johnny Depp, Paul Bettany, Morgan Freeman, Rebecca Hall, Kate Mara y Cillian Murphy Nacionalidad: Reino Unido EE.UU. y China. 2014 Duración: 119 minutos ESTRENO: Junio 2014
 
Zarandeada por buena parte de la crítica norteamericana, Transcendence forma parte de esa legión de títulos nacidos para fracasar de manera inmediata y estrepitosa. Náufragos a los que el tiempo termina por rescatar. No se quiere decir que en unos años esta película será considerada buena, algo realmente improbable, sino que, apagada la decepción de sus promesas bautismales, el filme hará prevalecer esa condición de obra tan fallida como apreciable, tan irregular como extraña.
Estamos ante el primer largometraje dirigido por Wally Pfister, un profesional que durante años ha sido el director de fotografía de Christopher Nolan. Es decir, Pfister contribuyó de manera importante en el hacer de películas como Memento, Insomnia, Batman Begins, The Prestige, The Dark Knight, Inception y The Dark Knight Rises, entre otras. Y, paradójicamente, en un cineasta que aparece vinculado a la contemporaneidad, Transcendence no ha sido rodada en soporte digital. Su alma, pese a que habla de una parábola futurista de reflejos evangélicos y símbolos místicos, ha sido destilada a través de la herida luminosa del proceso fotoquímico. Curiosa opción, ser una de las últimas grandes producciones en resistirse a la llamada digital, pese a que su interior relata la descomposición de un salto cualitativo en la especie humana.
La savia argumental que insufla vida a este filme contiene fluidos rastreables en 2001, una odisea espacial, en Solaris, en Doce monos y, sobre todo, en Ghost in the Shell. Un buen bagaje que también infectó y afectó al núcleo conceptual de Matrix, la trilogía de los hermanos Wachowski que, como se sabe, fue de más a menos por culpa del éxito de taquilla. Por fortuna, Transcendence difícilmente verá malograr su idea primigenia, porque sus resultados no darán para más. Buena parte de la culpa de ese fracaso económico y crítico recae en el hieratismo de Johnny Depp. Lejos de su histrionismo habitual, sea como pirata del Caribe, sea bajo las ¿órdenes? de Burton, aquí el novato Pfister lo maniata hasta la extenuación.
Al mismo tiempo, Pfister se arriesga con un doble salto mortal. Entre la acción y la reflexión opta por esto último. Entre el sentido del ritmo y la energía de Nolan y la solemnidad del cine de los años 70, bucea en aquellas aguas con un argumento de actualidad.
Su opción por el intimismo, la anacronía y una cierta discreción, rompen cualquier conexión con el ruido y la furia del cine de ciencia ficción que practica el Hollywood del siglo XXI. En su lugar, Pfister se dedica a sembrar su narración con pequeños gestos, trazos sutiles y rituales mínimos que hablan de la ambición del hombre, no ya de crear la vida humana, sino de convertirse en Dios. En ese sentido, internet es el camino; y la memoria y la consciencia conforman el texto principal de su discurso filosofal. La historia de una pareja de científicos empeñados en mejorar la vida, deriva en la pesadilla de una sociedad temerosa de la tecnología. Tras la apariencia del viejo debate anticientífico lleno de mad doctors y científicos locos, Pfister crea un nuevo Jesucristo: devuelve la vida, hace ver a los ciegos, atrae a los indigentes pero también levanta el odio, el miedo y la violencia. ¿Ingenuo? Como el modelo de partida.

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