Como el personaje de Clint Eastwood en «Gran Torino» (2008), el protagonista de «Dogman», interpretado con tanta fe como esmerado talento por Caleb Landry Jones, se desangra al modo de una estampa crística.
No había cumplido 9 años, cuando Oz Perkins empezó a trabajar en el cine junto a su padre. Ni su progenitor era desconocido, ni aquella secuela de su personaje más inolvidable tenía posibilidad de superar el modelo de partida.
Cuando han transcurrido cinco partos, diez carreras por los estrechos pasillos de un hospital público en la Francia de Macron y la ultraderecha y un sin fin de sobresaltos, roces, sudores y lágrimas, apenas llevamos diez minutos de proyección de «Matronas».