Acometida con una ingenuidad desarmante, concebida como una espiral que deviene en filigrana, «La última reina» se sustenta sobre dos columnas nucleares. Una reivindica la historia de Argel narrada desde su propio país.

Con el declinar de los grandes cineastas italianos surgidos del neorrealismo, cuando el final de la guerra empezó a parecer lejano ante los nuevos problemas que sacudían a la Italia de la prosperidad, apareció un cineasta singular y, hoy lo sabemos, de extraordinaria coherencia, llamado Marco Bellocchio.