Más allá de la monumental presencia de Stanley Kubrick, estadounidense autodesterrado en Gran Bretaña donde desarrolló la mayor parte de su carrera tardía; en los años 80, los de Margaret Thatcher, pasaron muchas cosas en la patria de Dickens y Chesterton. Pocas fueron buenas.
Aunque la primera tentación, la más perezosa, sugiera cruzar “El imperio de la luz” con películas de densa nostalgia e impúdica complacencia al estilo de “Cinema Paraíso”, el filme de s con quien guarda más puntos en común es con “Los Fabelman”, la última y descompuesta película de Spielberg. Ambas giran en torno a las respectivas figuras maternas. En ellas se habla de madres excéntricas, heridas. Y ambas cruzan sus relatos íntimos con la experiencia cinematográficas de sus respectivos hijos, Sam y Steven.
“El castigo” surge del entendimiento entre dos personalidades muy distintas. Una, Coral Cruz, viene de aquí al lado. Nacida en Santoña 1973, licenciada en Periodismo por la Universidad del País Vasco; el rastro profesional de Coral Cruz, su manera de “hacer”, tanto como script o como guionista, es perceptible en títulos que van de “Morir” de Fernando Franco, a “Los días que vendrán” de Marqués-Marcet. En “El castigo”, Cruz firma un guión intimista y seco, riguroso y sin concesiones que gira en torno a la frustración ofuscada de una madre insatisfecha.