Nuestra puntuación
2.0 out of 5.0 stars


Título Original: QU´´  EST-CE QU´ ON A TOUS FAIT AU ON DIEU? Dirección: Philippe de Chauveron Guion: Guy Laurent y Philippe de Chauveron Intérpretes: Christian Clavier, Chantal Lauby, Jochen Hägele, Pascal Nzonzi, Bing Yin y Medi Sadoun, País: Francia. 2021 Duración: 98 minutos

A la tercera…

Sin novedad en el frente. En “Dios mío, ¿pero qué nos has hecho?” se mantienen las mismas constantes, virtudes y carencias de sus dos obras precedentes: “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” (2014), y “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora?” (2020). Su relato es consecuencia de ellas y su existencia da noticia de su éxito comercial, de su buena taquilla.
Como se sabe, Philippe de Chauveron cultiva obsesivamente en la misma huerta: la de la comedia familiar de bodas, suegros y consuegras. Huerta que, nadie discute, se encuentra en todas las cinematografías, en todos los países del mundo. El modelo de “El padre de la novia”, título de referencia obligada en obras de esta naturaleza, alcanza en este caso, alturas superlativas.

Todo gira en torno a Claude y Marie Verneuil, un matrimonio burgués y muy francés, que en esta tercera entrega se dispone a celebrar el 40 aniversario de su matrimonio. Tienen cuatro hijas casadas con maridos de orígenes diferentes: China, Argelia, Israel y Costa de Marfil.


La cuestión es que, aunque de naturaleza banal y venial, puro divertimento que acumula clichés y chistes, el argumento que sostiene la última aventura de los Verneuil maneja veinte personajes con consistencia y presencia y un crescendo narrativo que debe culminar en ese enredo final propio de este tipo de obras. Desde las exigencias del guión, los cuatro yernos, las cuatro hijas, los ocho consuegros, el cura, el visigodo perturbador y la pareja protagonista,-a los niños no los contaremos porque su presencia es muy ligera-, todos tienen algo que decir y un lugar en el que estar. Derroche de oficio para un filme insustancial acometido con solvencia y destinado a hacer sonreír a ese gran público que acude al cine con la necesidad de matar el rato. Con los Verneuil tienen garantizada esa tarde escapista con la sensación de que, en lugar de pudrirse el modelo, en este caso, de las tres entregas, ésta es la que mejor funciona. Eso sí, que nadie espere algo más que la nada. En todo caso, un detalle se impone. Que sospechosamente y pese al guirigay étnico que sacude a los Verneeuil, el tercer “Dios mío…” recupera el antagonismo que rompió a Europa: el malo de la función es alemán. ¿Causa o casualidad?

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