Fuera de contexto, sin saber qué lo provoca, un gemido puede ser emitido y percibido como consecuencia del placer o del dolor. A veces surge como fruto de ambos. El camino del éxtasis sabe del goce sexual pero eso no excluye otras rutas que surquen el sufrimiento; de eso y de Sade, claro está, iba “Martyrs”, filme radical de rechazos masivos y admiraciones extremas.
Aunque su grupo sanguíneo reclama el formato de la tecnología doméstica, nació en la tele, “Downton Abbey” se viene arriba y acaba por tejer un ameno relato cinematográfico que sirve de colofón a una de esas series populares a la que sus adictos nunca pondrían final.
Concebida como una ópera épica -solemnidad sobre esplendor, ritualización sobre impostura, todo cuanto se da cita en “El hombre del norte” reclama el exceso y la excelencia. Su historia, con la que Shakespeare alumbró hasta devorar en demencia a “Hamlet”, abruma y desarma por su esencialidad.
Si algo caracteriza lo que aquí se nos propone es su imprevisibilidad. Todo parece posible y nada resulta lógico. Todo crece en torno al desconcierto y la sorpresa.
Recibida con eso que se llama “división de opiniones”, “Veneciafrenia” representa lo que siempre hay que asumir ante los proyectos que tienen la firma de Álex de la Iglesia. Tanto guste como disguste su cine, todos saben que estamos ante un proyecto fallido.