Repleta de lugares comunes y de chistes viejos, “¿saben el del sordo que se enfada porque cree que le llaman gordo?”, “Estamos hechos para entendernos” desafía la lógica de la buena programación. En tiempo donde las audiencias se resisten a pasar por las salas, estrenos como éste juegan a favor de las plataformas. Es decir, como la mayor parte de lo que en ellas se propone, estamos ante una nadería.
Si para Kundera lo insoportable era la levedad del ser, para un Nicolas Cage capaz de reírse de sí mismo y de la imagen que lo representa, lo insoportable mana de la vanidad de los actores, lo que no (se) aguanta es ese narcisismo ególatra con(tra) el que el sobrino de Coppola lleva lidiando desde su mismo origen profesional.
Podría frivolizarse y tomarse esta cita como si fuera un trampantojo, un espejismo singular en una cinematografía nacional abonada al disparate del mercado. El hecho es que, tras acometer el premiado “tour de force” de “Quién lo impide”, con una excepcional (y exagerada) duración de 221 minutos, Jonas Trueba reaparece seis meses después con este “Tenéis que venir a verla”; para narrar en 64 minutos dos (re)encuentros fugaces a cargo de dos parejas cuya juventud se aleja sin remedio.
La semilla germinal de la que surge “Ninjababy”, película sobre maternidades sobrevenidas y paternidades por descubrir, fue alumbrada con la gramática de los tebeos. Nacida en el papel se (pre)siente que en su ADN se agitan de ecos autobiográficos
Aunque los cimientos sobre los que se construye “El rey ciervo” provengan de la obra de Nahoko Uehashi, reconocida narradora de literatura fantástica y autora entre otros relatos de “Moribito”; la sombra de “La princesa Mononoke” sobrevuela y vigila de manera omnipresente todos y cada uno de los intersticios de esta versión en anime de “El rey ciervo”.
Nely Reguera pasa de lo familiar e íntimo, de lo conocido y personal a adentrarse en la tragedia de los campos de refugiados en Grecia.
La María de Bárbara Lennie, una joven profesional, escritora en ciernes, que dedicaba su vida a cuidar de su padre viudo, no está nada lejos de esta abuela con el rostro de Carmen Machi, doctora jubilada sin nietos, que trata de dar sentido a su existencia ayudando a otros
El metaverso todo lo impregna, todo lo justifica, todo lo traga. Cree en él Mark Zuckerberg, el factótum de Facebook, uno de los dueños del mundo. Se sabe que en el metaverso y los mil y un avatar, ha puesto toda su fortuna. Y como hay muchos intereses en juego y es mucho lo que se juega, la industria del espectáculo secunda con fervor lo que se supone va a ser el mundo que está por llegar.
En la última Seminci, la de 2021, “El perdón” ganó el premio a la mejor dirección novel. Probablemente fue un gesto merecido y simbólico asumido por el jurado para resaltar la denuncia que transporta en su interior. Y es que desde el mismo título original, “La balada de la vaca blanca”, este filme prohibido en Irán lleva implícita la idea de la inocencia.
Excéntrica como se corresponde a toda película que se encomienda al carisma de Benedict Cumberbatch (repasen su filmografía más allá de Sherlock), “Mr. Wain” o como más explícitamente señala su título en inglés, “la eléctrica existencia de Louis Wain”, resquebraja la férrea y maniatada estructura que toda biografía impone.
ste Maigret/Depardieu camina con la solemnidad luctuosa del elefante malherido que ha iniciado su última marcha. Leconte inicia su incursión en la prosa de Simenon con un montaje paralelo. De una parte asistimos a una revisión médica.