Engendrada para batir récords (de taquilla), “Doctor Strange en el multiverso de la locura” no escatima -aunque ande pobre de coherencia y sentido-, medios, ruidos y efectos especiales. Incluso ha “fichado” a un veterano de sangre ruso-húngara, Sam Raimi.
Herido y magullado, Mickey, el protagonista de “Red Rocket” empieza este relato con un gesto que evoca el retorno del hijo pródigo. En él, se percibe la decadencia del marido ¿arrepentido? Vuelve a casa tras conocer la amargura de la derrota y el ocaso.
De no ser porque se estrena ahora, se diría que la prosa que forja este relato pertenece a otro tiempo; a la edad dorada en la que reinaban colosos como Fellini, Tarkovski, Visconti, Antonioni, Bergman, Fassbinder, Herzog… Gente seria que hacía cine adulto “para gente que piensa”.
Stéphane Brizé pertenece al cada vez más reducido -probablemente en vías de extinción- grupo de cineastas que practican un discurso adulto. En ese lenguaje sin lengua que es el cine, al decir de Christian Metz, resulta extraordinario encontrar narradores que no tratan de vender ningún producto.
Ciento sesenta páginas, la novela revelación francesa de 2016, preceden lo que aquí se cocina. Su autor, el novelista Olivier Bourdeaut, Nantes, 1980; debutó hace seis años con esta obra inspirada en las sombras de Scott Fitzgerald y su mujer Zelda.
Benito Olmo, escritor gaditano, adscrito al pujante renacer de la novela negra que por doquier nos asalta, presentó “La maniobra de la tortuga” en 2016. Dos años antes, Alberto Rodríguez había conseguido uno de sus mejores trabajos con “La isla mínima” en donde dos policías del departamento de homicidios de Madrid son desplazados a las marismas del Guadalquivir para enfrentarse al horror del “rey amarillo de sabor rural y acento gaditano”.