Desde hace tiempo algunas referencias críticas sostienen que, como acontece con la obra de Soderbergh, el cine de Kenneth Branagh se mueve en dos niveles muy diferenciados. A un lado crece su obra más personal, la que atiende a su sed de autor.
Ozon no se conforma con hacer lo fácil ni lo conveniente. Su cine sufre sacudidas, funciona como una caja de sorpresas donde no siempre se acierta, pero donde siempre se autoexige lo más posible. Esta excelencia a veces se rompe por un exceso de retórica.
Florence Aubenas pertenece a una estirpe singular del periodismo (francés) que, si no fuera por personas como ella, se diría que ya se ha extinguido. Figuras así tejen el prestigio y alimentan la leyenda de una profesión que actualmente se mueve entre la precariedad y el clientelismo.