Título Original: LA FILLE AU BRACELET Dirección  y guion:Stéphane Demoustier Intérpretes: Melissa Guers, Roschdy Zem, Anaïs Demoustier y Annie Mercier País: Francia. 2019  Duración:  95  minutos

Sospechas y prejuicios

Del plano general, de una secuencia familiar en la playa, se pasa a la disección, en plano corto, de una adolescente acusada de asesinato en primer grado. De la gélida mirada de una joven de escasas emociones y nula  empatía, a la sospecha de que sea la autora de un crimen deliberado, premeditado e intencional. El fundamento, la semilla germinal que nutre el guion y la película de Demoustier yace en el caso de Amanda Knox, una joven norteamericana acusada por el asesinato de su compañera de piso cuando realizaba el Erasmus en una ciudad de Italia.
Demoustier también se apoya en la película argentina “Acusada” pero, como ocurrió con “La vida de nadie” y “El empleo del tiempo”, dos películas inspiradas en el mismo hecho más o menos real, “La chica del brazalete” no se limita a ilustrar lo acontecido sino que su autor, en este caso  Demoustier, edifica una mirada mucho más compleja y honda que el mero desentrañar si la chica del brazalete fue o no fue la asesina.
En 1989, Costa Gravas se adentró con “La caja de música” en una obviedad en la que casi nunca se repara. El total desconocimiento que, como hijos, tenemos sobre la vida de nuestros progenitores. En el caso del filme del autor grecofrancés, la cuestión era desenterrar el pasado nazi de un padre de comportamiento ejemplar.
En el caso de “La chica de brazalete” la trama ahonda en el total extrañamiento de unos padres ante el comportamiento sexual de su hija adolescente. Una hija que en absoluto responde a la imagen de la niña que fue. Una hija cuyo comportamiento sexual hace tambalearse a su padre y desconcierta a su madre. Su procacidad, la misma que Ozon exploraba en “Joven y bonita”, devora su credibilidad en un claro envenenamiento tóxico entre moral y ética.
Una interpretación impecable de Melissa Guers y una dirección de extrema sobriedad determinan lo mejor de un filme inquietante. A Demoustier le importa relativamente poco la inocencia o no de su protagonista. De hecho se podrá debatir al final del filme esa cuestión, pero su director no deja ningún lugar a la duda. Equidistancia no significa ambigüedad, y este filme no incurre en ella. Entre otras cosas porque sabe muy bien qué quiere contar y cómo lo cuenta.
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