Hasta que la película de “El candidato” no atraviesa el ecuador de su metraje, todo cuanto rodea a esa reconstrucción idealizada del hacer de Gary Hart se mueve en la algarabía impresionista del circo electoral norteamericano.

El barro que modela esta reflexión histórica entre dos reinas británicas, la que da título al filme y su prima Isabel de Inglaterra, sabe del teatro. Su médula espinal proviene del verbo y, como tal, son los diálogos quienes marcan su primer atributo, el principal tesoro, de un filme que no llega a la perversa brillantez de “La favorita”, pero que ofrece muchos atractivos.