Hay demasiadas circunstancias en “High Life” como para despacharla con una crónica de urgencia. Por ejemplo, el peso de su realizadora, Claire Denis, una cineasta veterana que llegó a la dirección tras aprender el oficio al lado de vacas sagradas como Rivette, Jarmusch, Wenders y Costa Gravas…
Ante la visión de “Basque Selfie” cabría preguntarse por la naturaleza de este filme atípico, una producción doméstica en torno a un trikitilari atribulado porque los planes de urbanismo han condenado a muerte el viejo baserri familiar que, por otro lado, amenaza ruina.
Hacia el último tercio, cuando ya nadie puede llamarse a engaño sobre la posibilidad de que en esta película surja el más mínimo interés, se verbaliza lo evidente, el modelo del que se ha partido se titula “La guerra de los Rose” de Danny DeVito.