Ahora se avergüenza y pide perdón, pero hace 20 años Peter Farrelly, junto a su hermano Bobby, dinamitó la muga del buen gusto y la corrección politica. En un claro desfase entre la ficción de sus comedias locas y la vida corriente, Peter Farrelly se hizo popular por una grosería; en cuanto tenía ocasión mostraba su pene a sus interlocutores, fundamentalmente si éstas eran mujeres.

Este blues al que hace referencia el título del segundo largometraje de Barry Jenkins entona una melodía triste para acompasar un melodrama surgido para reivindicar desigualdades y ganar premios allí donde vaya. Jenkins ya evidenció su oficio y su estilo con su primer filme, “Moonlight”, una película con deudas autobiográficas y voluntad conciliadora.

Hay una sincronía entre el movimiento de su protagonista, un incombustible ladrón de bancos al que le da rostro Robert Redford, y el ritmo de la película. Se nos ha dicho que Redford se retira como actor con “The Old Man and the Gun” y, ciertamente, los 82 años que ha los lleva inscritos en las arrugas de la piel y en la dificultad con la que mueve su cuerpo.