Antes de dirigir “La lengua de las mariposas”, y mucho antes de que ejerciera como productor para Amenábar, hubo un Cuerda beligerante, un activista desde el papel y el celuloide, forjado en la transición y portador de un deseo utópico. Era un gamberro irreverente armado por los conocimientos canónicos de escolaridad con olor a misal y sacristía de monaguillos pícaros.

“Lo que esconde Silver Lake” no será para cada persona que vea este filme lo mismo. Ese tono sombrío que le caracteriza, ese argumento laberíntico, mezcla de lo onírico con lo inquietante y perverso, potencia una calculada ambigüedad. Pero lo que esconde su realizador, David Robert Mitchell, está claro.

Hace veinte años, Naomi Kawase (Nara, 1969) se convertía en la directora más joven en ganar la Cámara de Oro de Cannes con “Suzaku”. Hace diez, “El bosque del duelo” le reportaba en el mismo festival, el Gran Premio del Jurado. Entre ambas fechas, en el año 2005, en la primera edición del festival Punto de Vista, se le rendía la primera retrospectiva que la realizadora japonesa recibía en nuestro país.

En su doble condición de spin-off y precuela, en ese exprimir lo inexprimible en el que anda ocupada la industria cinematográfica norteamericana, le cabe a “Bumblebee”el mérito de ser un producto solvente, una película divertida, un constructo capaz de dar un rostro desenfadado y ágil a un universo sobre el que los espectadores de más de 40 años no tienen, en su mayor parte, ningún interés y ninguna idea.

Probablemente “Un asunto de familia” encuentre su alma gemela en “Nadie sabe”, la película que en 2004 sirvió para que su director, Hirokazu Koreeda, se nos uniese para siempre como ese compañero de viaje al que, en los últimos 14 años, hemos aprendido a querer y a respetar a través de 10 películas. Ninguna ha sido mala.

La pregunta, como en la vieja canción de Burning, sería “¿qué hace el director de “Saw”, “Insidious” y “The Conjuring”, el más relevante autor del cine de terror del siglo XXI, al frente de una película de superhéroes?”.

Por razones obvias, “El rey” establece un puente con la pieza teatral de “La torna” (1977) de Els Joglars. Entre los travesaños que acerca aquel determinante acto teatral, que llevó a la cárcel a Albert Boadella, y esta película de alma escénica, guionizada por Alberto San Juan, hay semejanzas.

Por eso cabría preguntarse qué significa que en poco tiempo veamos estrenarse, casi simultáneamente, dos títulos sobre jóvenes de buena familia y mala cabeza atrapados en la toxicodependencia en los EEUU. del final del segundo decenio del siglo XXI. ¿Simple coincidencia? No lo parece.