Como si obedeciese a un plan férreamente establecido, Hirokazu Kore-eda, con cada nueva entrega, mueve una pieza más en su decidido afán de revisitar el legado del cine clásico japonés. Se trata de una reescritura del hacer de sus predecesores donde no queda claro si pesa más la admiración o el rechazo.
Aunque el título cede el protagonismo a las hijas, y pese a que la película se abre y se cierra con ellas, la verdadera protagonista, la madre que todo lo contamina, que todo lo mancilla, se llama Abril.
La cruz con la que se encumbró Juan Antonio Bayona se proyecta sobre el primer largometraje dirigido por su guionista, Sergio G. Sánchez quien explicita algo ya sabido: lo que se sostiene sobre el papel no siempre alumbra buenas películas.