La conformidad de un jurado constituido por tres profesionales de la interpretación, dos guionistas, un director de fotografía y un solo realizador, decidió que 2017 pase a la historia del Zinemaldia como el año del “desastre”. Un “desastre” anunciado que llegó a San Sebastián respaldado por el beneplácito del público de Toronto y que fue saludado por una buena parte de la critica en Donostia con elogios desmesurados.
La clausura del Zinemaldia, esa ceremonia en la que se hace pública la decisión del jurado ante un público que, en su mayoría, no ha visto casi ninguna de las películas premiadas, nos ha dado noches olvidables protagonizadas por películas de escaso fuste y ningún interés.