Los estrenos casi consecutivos de La torre oscura y de It han encendido los focos sobre la autoría del escritor norteamericano, Stephen King. En medio de esta escena sobre-iluminada, se señalan datos como la impresionante capacidad seminal de su legado literario, para impulsar decenas de adaptaciones cinematográficas.
Este retrato de los acontecimientos que acompañaron el desembarco del llamado día D, gira de manera obsesiva en torno a una figura emblemática. Winston Leonard Spencer Churchill, uno de esos personajes británicos, al estilo de Enrique VIII, que provocan una suerte de estupor y estremecimiento.
Hace unos años, un desatado Wes Anderson, en The Life Aquatic with Steve Zissou (2004) elaboró un feroz retrato caricaturizando un Cousteau tintiniano a bordo de una aventura desquiciada.
Como si quisiera confirmar los augurios que al comienzo de su carrera lo ubicaban bajo el influjo de Pedro Almodóvar, François Ozon da salida en El amante doble a todos aquellos reflejos y afinidades que abrochan su estilo y sus obsesiones con el hacer del autor de Todo sobre mi madre.
Del tristemente célebre muro de Berlín quedan unos pocos metros de piedra repletos de chicles pegados. Ningún artista contemporáneo hubiera imaginado una mejor acción pop a la estupidez del observador lejano.
La destreza y el oficio de Doug Liman son indiscutibles. Su trayectoria lo demuestra, y este Barry Seal nos da la evidencia de que pertenece a la categoría de esos fabuladores de azúcar y ruido capaces de hacer espectáculo de feria incluso con el tráfico de seres humanos.