Oliver Stone, 30 años después de Platoon

La distopía ya está aquí

foto-snowdenEn 132 minutos, Oliver Stone consigue lo que parecía imposible, transmitir con apariencia de legibilidad todo el complejo entramado de lo que significó el hacer de Edward J. Snowden. Antes de entrar en harina, recordemos. Hace 30 años, Stone levantaba un panegírico al soldado americano, a su sacrificio y a su muerte, titulado Platoon. Se llevó el Oscar a casa y se consagró como el relevo a los grandes como Coppola, Scorsese, De Palma y Woody Allen. Nacido en 1946, podía ser el hermano pequeño de estos y, con probabilidad, estaba llamado a compartir el peso del nuevo cine junto a los Spielberg, Lucas y demás maestros del entretenimiento.
Pero el cine de Stone, que durante los años 70 había dado muchas muestras de ingenio, fue el guionista por ejemplo de El expreso de Medianoche, de Conan, el Bárbaro y de Scarface, el precio del poder; pronto dio señales de la peculiar personalidad política de un cineasta tan desconcertante como ambiguo. Sin detenernos en su amplia filmografía, vemos que en ella abundan los retratos dedicados a las gentes del poder, de Kennedy a Nixon, de Castro a Bush. Siempre con un común denominador, siempre bajo la desconcertante óptica -vista desde Europa-, de ese progresismo del patriota yanqui donde nunca se acaba por entender hasta dónde llegará la denuncia y en qué punto se impondrá el conformismo necesario.
En Snowden, titánico esfuerzo por recrear los hechos que condujeron a la denuncia de cómo el aparato de Inteligencia estadounidense accedía a la red informática violando todos los códigos, el espectador asiste pasmado a una verdad de Perogrullo. El gran hermano ya ha llegado, el control del aparato es total, la farsa absoluta y los ciudadanos del mundo, meros consumidores de lo que, previamente, se les ha convencido que debe ser consumido.
La factura del filme de Stone es impecable. Su moraleja, implacable. Es curioso cómo converge en el mismo sentido con ese otro gran polemista del cine norteamericano, Michael Moore. Si unimos ambas conclusiones, la de Snowden con la última producción de Moore, ¿Qué invadimos ahora?, obtendremos la misma idea: ambos están atemorizados por si alguien como Trump se hace cargo del trono del imperio americano.
Lo que Snowden hizo fue aportar pruebas sobre lo que, en el fondo, ya sabían todos. La mano que controla la red es la mano

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