La cara siniestra de Santa Claus
foto-krampusTítulo Original: KRAMPUS Dirección: Michael Dougherty  Guión:  Todd Casey, Michael Dougherty y Zach Shields Intérpretes:  Allison Tolman, Emjay Anthony, Adam Scott, David Koechner, Toni Collette y Conchata Ferrell País:  EE.UU. 2015  Duración:  98 minutos ESTRENO: Diciembre 2015
La rudeza de sus fundamentos no admite duda alguna. Krampus no busca ningún lugar de honor en el reino del cine de gafapasta y sobreentendidos. Aquí no hay ensimismamiento que valga. Es cine de barrio, pero no del que se emite en horario familiar sino del que se descubre hurgando por internet o en las estanterías de los últimos videoclubs que todavía no se han arruinado.
Dirige Michael Dougherty, un guionista y director, hijo de vietnamita y norteamericano, forjado en Nueva York y cuyo nombre aparece acreditado al lado de Dan Harris en títulos como X-Men 2 y Superman Returns. Como director alcanzó un éxito notable con Trick ‘r Treat (2007), filme del que pronto presentará una segunda entrega. Aquí, en Krampus, como en el citado Trick ‘r Treat, basado en Halloween, Dougherty se sirve de referencias icónicas cien por cien estadounidenses. En este caso, todo gira en torno a un hipotético hermano siniestro de Santa Claus. Con estética setentera, ninguna sutileza y con paradigma de cine barato y sin pretensiones, Krampus arranca desvelando la existencia de un espíritu perverso de la Navidad. Si es tiempo de regalos para los niños buenos, Krampus, personaje de rostro por desentrañar, se dedica a secuestrar y matar a los niños malos.
Una humorada que arranca a partir de las obsesiones de un policía, antigua víctima de Krampus que milagrosamente salvó su vida y que sirve a Dougherty para repintar con ironía y humor los elementos de la tradición. La cuestión es que Krampus apuesta por una puesta en escena torpe, sin refinar. Las interpretaciones son excesivas, subrayadas con voluntad de ensuciar, compuestas con alarde de pobreza y narradas con dosis de vitriolo. Si se supera la primera sensación, salir de la sala corriendo no porque dé miedo lo que cuenta sino porque da pena cómo se está narrando, cuando se asume que esa es su marca, que es ahí donde se esconde su singularidad y su estilo, la cosa deviene en divertimento grueso. No abraza toda la carga subversiva que podría haber conseguido pero tampoco parece preocuparle a su director el quedarse en el terreno de lo paródico.
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