Jamás, mejor jamás

foto-ahoraonuncaTítulo Original:  AHORA O NUNCA Dirección: María Ripoll Guión: Jorge Lara y Francisco Roncal Intérpretes: Dani Rovira, María Valverde, Clara Lago, Gracia Olayo, Joaquín Núñez, Jordi Sánchez, Melody Ruiz y Yolanda Ramos País: España. 2015 Duración: 91 minutos ESTRENO: Junio  2015

A María Ripoll se le veía venir y se le temía llegar. Por no remontarnos en la historia, basta con rememorar su anterior largometraje: Rastros de sándalo. Mejor aún, si quien lee esto, tiene ganas y curiosidad, que se dé un paseo por su página web. Allí encontrará que la directora simultanea sus largometrajes con moraleja y moralina con anuncios blandos en un proceso que termina por confundir qué fue antes, si la publicista empalagosa o la directora de relatos como la citada historia de dos hermanas indias separadas por las circunstancias y reunidas por el azar.
Sin el escudo que ofrecían muchas de sus anteriores empresas (cierta sensibilidad reivindicativa y un buen rollismo social), Ahora o nunca sirve para recordar que el género más difícil, complejo y necesario de todos es el de la comedia. Un terreno plagado de minas en el que, con frecuencia, revientan muchos graciosos y graciosas que piensan que todo se soluciona con sal gorda, escatología sin refinar y morcillas a lo cotidiano. Podría decirse de Ahora o nunca, por decir algo positivo, que nos enseña que Ocho apellidos vascos acumulaba algún talento en su escritura, mucho más del que los prejuicios ideológicos y las miopías críticas supieron reconocer. Y segundo, que habría que desterrar definitivamente ese subgénero de películas sobre bodorrios de enamorados de libido alterada y cerebro en coma. Ni siquiera Dani Rovira, un cómico inmenso capaz de adentrarse en el infierno del humor con iconoclasia y hondura, puede diblar una dirección (auto)complaciente y satisfecha. Tampoco la competente María Valverde, aquí sobreactuada y sin matices, puede salvar este desaguisado enredo de una boda loca y unos invitados lelos. De los secundarios, mejor callar; no por su culpa, sino por la banalidad de un guión incapaz de crear ritmo, tensión y suspense y por la insipidez de una María Ripoll que osa tomar en vano el nombre de la comedia. Una osadía fatal con la que se pone en evidencia su ¿prestigio? y deja sin coartada la obscena pobreza de sus recursos.
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