El escaso valor de la vida en Etiopía (si eres mujer)

foto-difretTítulo Original: DIFRET Dirección y guión: Zeresenay Mehari Intérpretes: Meron Getnet, Tizita Hagere, Haregewine Assefa, Brook Sheferaw, Mekonen Laeake, Meaza Tekle País: Etiopía. 2014 Duración: 99 minutos  ESTRENO: Mayo 2015

Hace 40 años, un filme oscuro y silencioso, puro blanco y negro interpretado por actores tan desconocidos que nunca más se les volvió a ver, provocó en las salas de cine un fenómeno extraño. Su argumento denunciaba una agresión sexual, un abuso de género en una sociedad primaria y rural. Alimentaba un microcosmos ubicado en un terreno inhóspito de pieles sin cronología y de personajes sin tiempo. Respondía al título de Cuerno de cabra, (pro)venía de una cinematografía insólita, Bulgaria, y aunque su historia transcurría en el siglo XVIII, con el sordo rumor de una guerra entre turcos y cristianos, la esencialidad y el minimalismo de su discurso, atrapó a una generación de espectadores que día tras día llenaba la sala.
Cuerno de cabra dirigida por Metodi Andonov e interpretada por Katya Paskaleva, Anton Gorchev y Milen Penev posee un récord extraordinario: ser uno de los filmes más taquilleros de la década de los setenta. Miles de personas se estremecieron con aquel relato de sangre y venganza, miles de espectadores a los que no les importó la tosquedad de las formas ni la dureza de su contenido, acudían al cine en un ritual exorcizador con el que parecían querer ahuyentar los malos espíritus que recorrían aquella frágil y áspera película. Eran tiempos de crisis y cambio. Tiempos de incertidumbre, entereza y curiosidad. Ahora también la crisis corroe los bolsillos, pero los cambios no (a)parecen tan claros. Ahora, un filme con un planteamiento argumental emparentado con aquel inquietante descenso a la brutalidad y al sexo, Difret, aparece en un horizonte muy distinto. Y emerge con unos presupuestos y unos planeamientos definitivamente opuestos.
Difret relata, a partir de un suceso verídico, la epopeya terrible de una joven llamada Hirut Assefa (basada en la biografía de Aberash Bekele) que en su país de origen, Etiopía, vivió un periplo infernal. Un viaje al sinsentido y la humillación que por desgracia no fue singular ni será único.
Si Cuerno de cabra estaba edificada con el recio clasicismo aristotélico en tres actos férreamente entretejidos, Difret se articula en dos niveles que nunca consuman su fusión. La idea de articular dos naturalezas opuestas, la descripción con el exordio, el documento con la apología, dos tonalidades que se repelen por más que apunten al mismo objetivo, rompe el filme por su columna vertebral. En el caso de la recreación del secuestro y martirio de Hirut Assefa, Zeresenay Mehari, su director sabe establecer un contexto de frescura narrativa en medio de un escenario trágico. Con él configura el via crucis y liberación de la joven protagonista con brío y tensión. En esos minutos, Zeresenay Mehari transmite la barbarie del entorno y su cruel salvajismo. Pero cuando el filme se pone retórico, cuando lo didáctico se impone a la verdad, cuando la historia se disuelve y todo se vuelve evidente; el filme deja de estremecer. Se puede estar completamente de acuerdo con lo que denuncia pero eso no evita percibir que esa denuncia podía haber sido más eficaz de haber ahondado sin filtros en lo que pretende demonizar. La presencia de Angelina Jolie como productora ejecutiva y los premios del público de Sundance y Berlín no dejan duda sobre el verdadero alcance de su contenido.
Cuarenta años después de Cuerno de cabra, enfrentar la coherente austeridad de Andonov con la bienintencionada oratoria al estilo UNESCO de Mehari, nos lleva a evidenciar que los tiempos cambian, pero no siempre en (el buen) sentido progresivo.
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