Estación de llegada y salida
Título Original: JACKSON GOES BOATING Dirección: Philip Seymour Hoffman Guión: Bob Glaudini (a partir de su propia obra) Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Amy Ryan, John Ortiz, Elizabeth Rodriguez Nacionalidad: EEUU Año: 2010 Duración: 89 minutos ESTRENO: Agosto 2014
Una cita para el verano fue teatro antes que cine y eso se hace perceptible en su naturaleza argumental. Una circunstancia que no está reñida ni debilita su contenido: el precario y frágil entramado que sostiene las relaciones de pareja. Sólido como el acero, puro cristal de hielo que se derrite cuando la temperatura ambiental cambia, el amor es el tema central de buena parte de los relatos cinematográficos.
También lo es en esta película que sabe del veneno del enamoramiento y que, realizada en 2010, llega ahora probablemente “gracias” a la muerte inesperada de Philip Seymour Hoffman, actor de presencia camaleónica con quien todo adquiría la sensación de una pegajosa incertidumbre, la naturaleza líquida de un anfibio impredecible.
Durante años, Seymour interpretó este libreto en un pequeño teatro neoyorquino junto a los mismos intérpretes que aquí le acompañan. Cuando hace cuatro años la adaptó para el cine, siendo su primera película como director, nadie imaginó que sería su última. Probablemente ese hecho hace que ahora veamos en ella más reflejos personales y se perciba como más espejo deformante, pero espejo al fin y al cabo, de como se vio cuando se estrenó en EE.UU. con buenas críticas y malas entradas.
Tocado del extrañamiento que James Gray imprime a sus criaturas, todo en esta cita veraniega se agita en la insatisfacción de una sociedad sin norte, en retratos desoladores de ese baile sin fin que trata de sublimar la vida y el amor; los pequeños gestos domésticos y las grandes pulsiones interiores que agitan el alma. Algo humano, demasiado humano… tanto como la imagen que tantas veces dio de sí mismo su director y protagonista, Philip Seymour Hoffman.
También lo es en esta película que sabe del veneno del enamoramiento y que, realizada en 2010, llega ahora probablemente “gracias” a la muerte inesperada de Philip Seymour Hoffman, actor de presencia camaleónica con quien todo adquiría la sensación de una pegajosa incertidumbre, la naturaleza líquida de un anfibio impredecible.
Durante años, Seymour interpretó este libreto en un pequeño teatro neoyorquino junto a los mismos intérpretes que aquí le acompañan. Cuando hace cuatro años la adaptó para el cine, siendo su primera película como director, nadie imaginó que sería su última. Probablemente ese hecho hace que ahora veamos en ella más reflejos personales y se perciba como más espejo deformante, pero espejo al fin y al cabo, de como se vio cuando se estrenó en EE.UU. con buenas críticas y malas entradas.
Tocado del extrañamiento que James Gray imprime a sus criaturas, todo en esta cita veraniega se agita en la insatisfacción de una sociedad sin norte, en retratos desoladores de ese baile sin fin que trata de sublimar la vida y el amor; los pequeños gestos domésticos y las grandes pulsiones interiores que agitan el alma. Algo humano, demasiado humano… tanto como la imagen que tantas veces dio de sí mismo su director y protagonista, Philip Seymour Hoffman.
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