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Cowboy con sida

Título Original: DALLAS BUYERS CLUB Dirección : Jean-Marc Vallée   Guión: Craig Borten y Melisa Wallack Intérpretes: Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner, Denis O’Hare, Steve Zahn y Dallas RobertsNacionalidad:  EE..UU. 2013   Duración: 117 minutos ESTRENO: Marzo 2014

 
Entre Dallas Buyers Club y El lobo de Wall Street hay extraordinarias coincidencias. Ambas crecen sobre relatos extraídos de eso que algunos productos cinematográficos denominan realidad. Ambos emanan de los restos de un pasado reciente en donde se vislumbran las miserias del presente. Ambos giran en torno al éxito, al sueño americano del enriquecimiento a toda costa. Y, además, hace unas semanas, sus dos principales protagonistas se disputaron como máximos candidatos el Oscar a la mejor interpretación masculina.
Ganó Matthew McConaughey, un actor objeto que descubrió, tras protagonizar comedias insufribles y romances olvidables, que podía transformarse en un histrión con carisma. Y ganó a un Leonardo DiCaprio que daba vida a su mejor interpretación. Claro que su personaje en la película, paradójicamente, comenzaba su frenética carrera como tiburón financiero sin moral ni piedad al asumir las enseñanzas del personaje interpretado por McConaughey. Un McConaughey que en El lobo de Wall Street todavía mostraba los rastros de la extrema delgadez asumida para dar vida al protagonista de Dallas Buyers Club.
Al margen de para quién fue el Oscar, lo evidente es que El lobo de Wall Street de Martin Scorsese es algo inalcanzable para Jean-Marc Vallée, el director de esta película. Inspirada en la vida de un cowboy del final del siglo XX, un Casanova que trata a las mujeres como a las reses del rodeo, Dallas Buyers Club se desenvuelve como una montaña rusa llena de altibajos. Hay momentos en los que se tiene la sensación de que estamos ante películas distintas. Una conforma un retrato demoledor sobre el periplo de un enfermo terminal, víctima del SIDA. Otra narra cómo un personaje deleznable y violento, un buscavidas, ludópata y homófobo, puede llegar a compartir y cohabitar con un travesti, unidos por la misma condena letal. Hay una tercera subtrama que incluso se atreve a denunciar las manipulaciones de la industria sanitaria estadounidense; muestra su avaricioso afán especulador indiferente a la salud ajena. Pero también se asiste a un convencional y edulcorado espectáculo sobre el business, sobre el triunfo y la banalidad.
Cualquiera de las tres naturalezas citadas en primer lugar acunan buenas películas. Pero la tentación de escapar del drama, de regatear las sombras que restarían espectadores por la dureza de la historia, reduce el conjunto a un producto con vocación mainstream en un cuerpo desgarrado por la verdad del relato que le alimenta. Además de cierta proximidad a El lobo de Wall Street, el filme que protagoniza un McConaughey dispuesto a emular al Christian Bale de El maquinista, coincide en su repaso al final del siglo XX, con La gran estafa americana. Es como si, de repente, Hollywood tratase de descifrar dónde se formó aquel polvo que ahora alimenta el barro del desbrujulamiento presente.
La respuesta es unívoca: en la sublimación del capitalismo. Cada una escoge un camino diferente. El de Dallas Buyers Club parece el más esquinado pero con serlo, y con aparentar una sensibilidad por la homosexualidad y los abusos del negocio del SIDA, resulta más conciliadora y reconfortante en su denuncia social que las otras dos películas citadas. Un último apunte, McConaughey afina bien, pero gracias a quien le da réplica, Jared Leto, mejora.

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