En 1998, Mateo Gil dirigió un cortometraje lleno de mala leche: “Allanamiento de morada”. Entonces tenía 26 años, pero no era un recién llegado. Dos años antes había triunfado con “Tesis”, suyo era el guion -como lo serían la mayor parte de los que luego filmó Amenábar-, y ya, en 1993, es decir con 21 años, había dirigido su primer cortometraje (re)conocido. 

Hasta su estreno, sin demasiados fuegos de artificio por parte de Netflix, “Gambito de Dama” ha recorrido un camino complicado. Lo que ahora se puede ver en la plataforma televisiva no lo ha tenido fácil para llegar a traspasar del papel donde nació, se editó como novela en 1983,  al formato audiovisual; en este caso una miniserie de siete capítulos.