Cuando hace 19 años Enric Marco Batlle (Barcelona, 1921-2022), sindicalista español que fue Secretario General de la CNT y Presidente de la Amical de Mauthausen de España, perdió su última careta, los muertos asesinados por la represión franquista y la pesadilla nazi se estremecieron en sus tumbas mientras que los pocos supervivientes que todavía quedaban recibían la cuchillada más siniestra, la de la burla.
Cada cierto tiempo aparece una película que responde al «subgénero» que alimenta este largometraje alemán de origen, pero de sabor inequívocamente americano. Hablamos de «road movies», de viajes iniciáticos con personajes tiernos y procesos inciertos.
El título aparece sin mayor dilación con las letras difuminadas en su parte superior. Conforme la oscuridad, en un fundido a negro de cadencia lenta, se impone, a medida que mengua la iluminación percibimos con más claridad las letras.
Barry Levinson ha cumplido 81 años, posee una trayectoria solvente y en los años 80, su cine lo señalaba como uno de los autores norteamericanos más vertebrales de ese tiempo crepuscular en el que Hollywood dio un giro suicida hacia la infantilización de sus películas.
ászló Nemes fue ayudante de Béla Tarr en El hombre de Londres. Hijo del director húngaro, Jeles András, en su primer largometraje muestra querencia por el cine de los hermanos Dardenne, Haneke y Tarkovski por más que se quiera ver en El hijo de Saúl algunas pinceladas provenientes del Béla Tarr de Satantango y El caballo de Turín. Lo que parece obvio es que Nemes, forjado en París, se sabe impregnado de todo un contexto cinematográfico identificado como el cine de la posmodernidad.