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Ciertamente los protagonistas de “La consagración de la primavera” de Fernando Franco ya han pasado de la adolescencia según el canon imperante en el tiempo de Igor Stravinski. Pero hoy la adolescencia se prolonga sin fin en el refugio de la casa materna; de modo que Laura y
David perfectamente pueden representar esa danza de los adolescentes que se baila en “La consagración”.

Repleta de lugares comunes y de chistes viejos, “¿saben el del sordo que se enfada porque cree que le llaman gordo?”, “Estamos hechos para entendernos” desafía la lógica de la buena programación. En tiempo donde las audiencias se resisten a pasar por las salas, estrenos como éste juegan a favor de las plataformas. Es decir, como la mayor parte de lo que en ellas se propone, estamos ante una nadería.