De no ser porque se estrena ahora, se diría que la prosa que forja este relato pertenece a otro tiempo; a la edad dorada en la que reinaban colosos como Fellini, Tarkovski, Visconti, Antonioni, Bergman, Fassbinder, Herzog… Gente seria que hacía cine adulto “para gente que piensa”.

Desde su fallecimiento, el 21 de noviembre de 2007, la imagen de Fernando Fernán Gómez, lejos de caer en el olvido, se ha agigantado. Hoy es carne de leyenda y sus compañeros, los que alguna vez coincidieron con él en algún trabajo, no cesan de invocarlo e incluso de imitarlo en cuanto se presenta la ocasión.

Si no se ha visto “El olvido que seremos”, podría creerse que no hay director capaz de conseguir que Javier Cámara haga mal su trabajo. Almodóvar casi lo logra, pero ni siquiera el autorde “Dolor y gloria” pudo con el talento, el carisma y la profesionalidad del excelente actor. Quien sí lo ha conseguido es Fernando Trueba, un profesional que no duda en afirmar que “el 90% del cine actual es de una estupidez inconcebible”.

Cuando Tom Hanks rodó “Big” (1988), el actor, que acaba de cumplir 64 años, estaba considerado como el novio de América. Aquella fábula por la que un niño de 13 años acababa habitando en un cuerpo de un adulto de 30, se convirtió en la comedia del momento y en la reivindicación de que resulta pernicioso perder al niño que una vez todos hemos sido.

Cuando Yip Harsburg y Harold Arlen alumbraron, entre otros temas, “Over the Rainbow” para “El mago de Oz”, no sospecharon que esculpían una leyenda. Años después, en 1978, su canción vistió la bandera del movimiento LGTBI. El arcoiris de Dorothy se transformó en talismán de la reivindicación del orgullo gay. Pero para entonces, Judy Garland, que murió 9 años antes, era un icono sagrado, imitado y llorado.