Para no andar con rodeos, conviene adelantar que la prosa de Kelly Reichardt (Miami, 1964) está más cerca de provocar sensaciones radicales al estilo de «El comediante» de Maurizio Cattelan, o sea el famoso plátano vendido por 6,2 millones de dólares, que de asomarse al serenísimo realismo helado de edificios y flores de Antonio López.
Un principio fundamental para quienes se dedican al oficio del cine les/nos recuerda que lo que en el papel -en la pantalla del ordenador- no se asienta con firmeza, la gran pantalla del cine nos lo arrojará a la cara. En “Fatum”, o sea en el destino, el hado, la “Moira”, hay síntomas de mala digestión.
El exceso de guionistas casi siempre obedece a la mirada asfixiante de una productora ávida de beneficios y a la debilidad del material de partida. En “Way Down”, el material de partida consiste en las imágenes de la algarabía futbolera por la conquista del mundial a cargo de la selección española de fútbol en el año 2010.
Para abrir el apetito y estimular la presencia del público, las gacetillas periodísticas y los reclamos publicitarios han hablado de muchos referentes a la hora de presentar el estreno de “El robo del siglo”. Basada en un hecho real, un sofisticado atraco a un banco argentino en 2006, su argumento recuerda a multitud de películas.
Con apenas 26 años y con su primera película, Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), Steven Soderbergh ganó la Palma de Oro de Cannes. Saludado como un nuevo genio, designado como el heredero de Orson Welles -los cronistas cinematográficos no andan sobrados de imaginación-, el joven Soderbergh llegó a creer en los augurios.



