En El caballo de Turín, Béla Tarr se sirvió de un episodio acontecido el 3 de enero de 1889, fecha en la que Nietzsche sufrió un colapso mental. La historia no fue verificada pero la leyenda cuenta que el autor de Más allá del bien y del mal, al pasear ese día, a la edad de 44 años, vio a un cochero maltratar cruelmente a su caballo. El filósofo se interpuso entre el animal y el hombre, empezó a llorar y su portentosa inteligencia se apagó para siempre.

Primero impregna la piel, luego se apodera del alma. ¿Después?, después lo inunda todo de un sentimiento de impotencia, lo arrasa todo con un duelo de melancólica fatalidad. Así funciona Omar, un filme ante el que resulta imposible permanecer impasible. Especialmente porque en estos momentos, el rosario de asesinatos de inocentes, la mayoría civiles y muchos niños, llena los titulares de las primeras páginas de los informativos que hablan del llamado conflicto palestino-israelí

Hace un par de años, Yeon Sang-ho se puso a seguir el camino abierto por autores ya consolidados como Park Chan-wook, Bong Joon-ho, Kim Ki-duk y Kim Jee Woon. Sang-ho hacía con el cine de animación lo que sus hermanos mayores habían conseguido con las películas que algunos llaman de carne y hueso.

El 21 de enero de 1998, Yoshifumi Kondo, el hombre llamado a tomar el relevo a los dos grandes generales del estudio Ghibli, Isao Takahata y Hayao Miyazaki, falleció repentinamente víctima de un aneurisma provocado, al parecer, por un exceso de trabajo. Tenía 47 años y, después de haber sido uno de los puntales de los mejores éxitos de la factoría Ghibli, acababa de dirigir una de sus más bellas películas: Susurros del corazón (1995).

Rastrear sus raíces, excavar en el pozo del olvido y recuperar la memoria histórica (e histérica) de la Camboya de su infancia y juventud, la de los 70, es lo que Rithy Panh lleva haciendo toda su vida. Para presentar este filme, este singular y valioso cineasta escribió “Desde hace años, busco una imagen: una fotografía tomada entre 1975 y 1979 en Camboya por los Jemeres Rojos. Una sola imagen no sirve como prueba de un genocidio, pero invita a la reflexión, permite reconstruir la historia. La he buscado en vano en los archivos y por todas partes”.

La última frase de este filme épico de estructura de sierra y relatos esquinados, tiene lugar cuando los créditos certifican su ocaso. Algunos espectadores con urgencia se la perderán irremediablemente porque se pronuncia cuando la historia ya ha concluido. La frase sale de los labios de Tony Leung, un actor que para Wong Kar-wai tiene mucho de alter ego.

Para los sectores más ortodoxos de la cultura japonesa, el sacrificio de los 47 Ronin, samuráis sin shogun, supone la quintaesencia del valor y el honor; un modelo sublime de lo que la tradición impone. En el neo-Tokio del siglo XXI, en algunas calles y en algunas camisetas, un lema se repite: “no seas estúpido, no hagas el Ronin”.

Dentro de un par de años, cuando Spielberg haya filmado su remake de este filme, nos aportará argumentos para ratificar que el trabajo de Kore-eda en De tal padre, tal hijo, no es que sea bueno, sino que, sencillamente, es mejor. Desde luego no parece que esté al alcance del creador de E.T. y Tiburón superar el grado de equilibrio, profundidad y sutileza que, con suma sencillez, alcanza uno de los mejores cineastas japoneses en activo.

Cuando se cumplen 60 años de Cuentos de Tokio, tal vez la más conocida de las obras maestras de Yasujiro Ozu, Yôji Yamada, un veterano director japonés nacido hace 82 años, vuelve su rostro a aquel momento. Un tiempo en el que, cuando tenía poco más de veinte años, vio un filme y supo que jamás podría superar aquel bello monumento.

El título que da noticia del contenido de este filme, La piedra de la paciencia, surge de una antigua tradición persa. Lo cuenta en la película una mujer a su sobrina en medio de la locura talibán, en pleno reino de tinieblas de burka y fundamentalismo. Estamos, tal vez, en el corazón de la noche de la guerra civil de Afganistán, aunque ciertamente el tiempo histórico carece de precisión en este relato.