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La Historia en la videoconsola
Título Original: 47 RONIN Dirección: Carl Rinsch Guión: Hossein Amini y Chris Morgan Intérpretes: Keanu Reeves, Hiroyuki Sanada, Min Tanaka, Kou Shibasaki, Tadanobu Asano , Rinko Kikuchi y, Jin Akanishi Nacionalidad:EE.UU. 2013 Duración: 110 minutos ESTRENO: Enero 2014
Para los sectores más ortodoxos de la cultura japonesa, el sacrificio de los 47 Ronin, samuráis sin shogun, supone la quintaesencia del valor y el honor; un modelo sublime de lo que la tradición impone. En el neo-Tokio del siglo XXI, en algunas calles y en algunas camisetas, un lema se repite: “no seas estúpido, no hagas el Ronin”. Dicho esto, repitamos brevemente lo que, si se desea, puede ampliarse con Wikipedia. En el decimocuarto día del duodécimo mes de 1702, 47 samuráis, tras año y medio de oscura penitencia; penetraron en la mansión del quien consideraban responsable de la muerte de su señor y se tomaron cumplida justicia sabedores de que eso significaría su muerte. Esa llegó semanas más tarde, por orden imperial y en un ritual de escalofrío que Mizoguchi filmó con cámara helada y mirada tan cruda como melancólica. Los 46 supervivientes de la operación, sólo uno murió en el camino de la venganza, se ofrendaron haciendo seppuku. Trescientos años después, su odisea continúa viva. Por eso, lo que ahora se propone Carl Rinsch, provoca asombro por su desfachatez.
El argumento de su película se muestra fiel al relato original pero, en las entrañas de la historia oficial, Rinsch ha tenido que asumir la existencia de un alien llamado Keanu Reeves. Es de suponer que la Universal recordó el hacer de Tom Cruise en El último samurái y quiso hacer algo parecido con este relato. Como Keanu Reeves no podía interpretar a ningún personaje de la historia real, los guionistas funden la historia con la fantasía, y aquí es donde el cine de épica y katana se entrelaza con el de brujería y efectos especiales. Infinitamente lejos de Mizoguchi y sin nada que ver con el Kore-eda de Hana, Rinsch se refugia en la vía abierta por Kurosawa, en sus lecturas de Shakespeare. En esa zona central, donde laten vibraciones arrancadas de Macbeth, allí donde resuenan pasos propios de Hamlet, el filme muestra una inspirada puesta en escena. Es fácil desmontar lo que ha sido puesto en pie con tantos peajes y componendas pero también es justo reconocer que más que mala, la película es, sobre todo, errática.