Título Original: JULIETTE AU PRINTEMPS Dirección: Blandine Lenoir Guion: Maude Ameline, Camille Jourdy y Blandine Lenoir. Novela gráfica: Camille Jourdy Intérpretes: Izïa Higelin, Sophie Guillemin, Jean-Pierre Darroussin, Noémie Lvovsky y Salif Cissé País: Francia. 2024 Duración: 95 minutos
La dibujante
La plataforma sobre la que se eleva esta «Juliette en primavera» de Blandine Lenoir, responde al mismo título, pero pertenece a una novela gráfica. De hecho su autora, Camille Jourdy, figura como coguionista. Además, el principal personaje, el que da título al filme, es una ilustradora como ella con lo que se establece una sensación de cierta autenticidad biográfica. Una verdad implícita que confiere un encanto especial a un filme fiel a la tradición del cine francés. Hablamos de ese subgénero de la crónica familiar.
Avezados en acometer retratos de gentes que habitan en pequeñas localidades de vida tranquila y naturaleza frondosa, la cinematografía gala nos regala cada año excelentes estampas rurales. No obstante, en esos esbozos en aguas calmas y apariencia sosegada sabemos que habitan fantasmas del pasado y frustraciones del ahora. En este caso, Lenoir, una mujer que sabe del hacer de Gaspar Noé, aborda con un guion lleno de simetrías y agilidad, con dulzura y disparate, esas huellas sin datar, esas insatisfacciones sin lógica, que conforman los ecos de los reencuentros y desencuentros de una familia. En ese campo de batalla cotidiano, ese espacio en el que cineastas enormes como Assayas, Malle, Rohmer o Renoir dibujaron obras maestras, habita esta adaptación del cómic a la pantalla. En este relato coral, Lenoir se sirve de dos voces predominantes, las de Izïa Higelin y Jean-Pierre Darroussin, como hija y padre que capitalizan la imagen de un reencuentro y la superación de una pérdida.
Atravesada por los aires «nonsense» que Renoir refinó hasta lo sublime, Lenoir recorre una galería de personajes tan singulares como tiernos. Lejos de la acidez de Gaspar Noé, la directora muestra, con concordia, un espacio de agitación interior. Tras el aparente buenismo de sus criaturas, se desliza lo patético y lo grotesco; la sombra de la depresión y la depresión de los comportamientos que no responden a las reglas. Darroussin se deja ir con la complicidad de la directora y con él, Izïa Higelin, en la piel de una artista desorientada, abraza los fantasmas de la infancia olvidada.