Cada cierto tiempo aparece una película que responde al «subgénero» que alimenta este largometraje alemán de origen, pero de sabor inequívocamente americano. Hablamos de «road movies», de viajes iniciáticos con personajes tiernos y procesos inciertos.
Simón Casal de Miguel y su «Justicia artificial» pertenece a esa tierra de nadie en la que se mueven algunos realizadores españoles más distantes que ajenos a las catequesis del cine de autor que tanto se protege desde algunos festivales, universidades y grupos de poder del cine contemporáneo.
«No hables con extraños» se puede definir como un modelo, como un mal viaje y como un thriller perturbador y molesto. Es modelo de imitación, un fiel exponente de ese vampirismo hollywoodense que, agotado de repetirse, no duda en comprar de cualquier parte del mundo lo que olfatean como carne de éxito.