Han pasado varios minutos cuando el forense emite sus dudas razonables ante la causa de la muerte de un escritor fallecido, aparentemente, por una caída desde su casa de montaña. En ese momento de la cinta, cada persona ya ha visto germinar en su interior la amenaza de la incertidumbre.
A Víctor Iriarte, su cine lo legitima como un autor transparente e incluso candoroso. Pese a la cita de Bolaño a la que se encomienda, «Sobre todo la noche» escoge la luz frente a las sombras, la reconciliación frente a la venganza, la vida frente a la muerte.
En sus años de plenitud, poco antes de desaparecer por el ruido de las palabras, el cine silente tendía hacia su sublimación tratando de que los intertítulos no fueran necesarios. La imagen debía ser hegemónica y la palabra escrita (sustituto del verbo que no tenía) inexistente.