Con un enterramiento Martin Scorsese inicia este relato oscuramente epifánico. Se trata de un duelo, un sepelio tan simbólico como unívoco. La víctima es la pipa de la paz de la nación Osage. Con su inhumación, se preludia la muerte de una lengua y el final de un pueblo.
La imagen más repetida, ¿responsabilidad de los tres directores?, muestra a C.Tangana en una composición deudora de la arquetípica escena de la última cena. Ahora bien, no estamos ante la procacidad combativa del Buñuel de «Viridiana», no hay aquí el más mínimo asomo de beligerancia iconoclasta.
Thomas Cailley, «Les combattans» (2014), pone en mano de Romain Duris y Paul Kircher una historia que se intuye de dónde parte pero de la que nunca se termina por saber a dónde quiere ir. Ejemplo de lo primero, ese ser y saber, lo da el personaje más joven, un Kircher que aporta una interpretación orgánica de enorme fisicidad hasta hacer creíbles sus permutaciones.
Robin Campillo pertenece a una generación de cineastas franceses nacida en el campo de juego establecido por la Nouvelle Vague. No lo tuvieron fácil. Cuando llegaron a la adolescencia, el negocio del cine había sufrido la invasión infantiloide de los Spielberg-Lucas; los efectos especiales reinaban por encima de un buen guión y el (ocio del) mundo se había cansado de los experimentos formales, del cine-ensayo y de la modernidad.
Tras un contundente thriller, «Código emperador» (2022) que oscilaba entre «El reino» de Sorogoyen y las diferentes entregas de la saga Bourne, Jorge Coira ha optado por cambiar de aires. Del claroscuro del polar hispano al rosa con (son)risas de una comedia romántica que Coira pone en manos de Blanca Suárez, principal protagonista del filme.
Con el estreno de «Orlando. Mi biografía política» nos enfrentamos al menos a tres facetas creativas de Paul B. Preciado de muy diferente naturaleza. Ensayista, comisario de arte contemporáneo y realizador de cine, la figura de Preciado se ha impuesto en los últimos años como una de las personalidades más singulares de la actualidad.
El cornezuelo, un hongo que frecuenta las espigas del centeno y que desde hace siglos se utiliza(ba) como método abortivo, da título al segundo largometraje de Jaione Camborda con el que esta guipuzcoana afincada en Galicia ganó la última Concha de Oro del Zinemaldia. Se advierte que tal galardón no garantiza apenas nada.
Con ritmo febril, al galope y con toques de corneta apocalíptica, «Golpe a Wall Street» se comporta como un Fómula 1 en una recta. Todo acontece con rapidez de vértigo, en una trama aparentemente compleja que esconde la estructura convencional de aquel cine de catástrofes de los años 70.
Su primer largometraje, «Carmen y Lola» (2018), tuvo una acogida extremadamente favorable. Cannes la seleccionó para su Quincena, le llovieron nominaciones al Goya y el público y la crítica la saludaron como una gran promesa. Arantxa Echevarria venía del mundo del cortometraje y la publicidad.
A la vista de «Cerrar los ojos», filmada cincuenta años después de «El espíritu de la colmena» por el mismo Víctor Erice -nuestro realizador más decisivo tras el espectro de Luis Buñuel-, sorprende verificar que aquel primer trabajo era mucho más moderno que esta obra crepuscular, ahora rodada cuando Erice llevaba 30 años sin hacer un largometraje.