Chile, como Portugal, se ubica en un territorio rectangular más largo que ancho visto según las cartografías canónicas. De cualquier modo, recorrerlos de norte a sur cuesta mucho más que atravesarlos del este al oeste. Oscurecidos por la ruidosa sombra de sus vecinos colindantes, se diría que sufren la condena de estar subordinados a Argentina y España respectivamente.

“La quietud en la tormenta” posee la atractiva convicción de esos instantes, de esos relatos, que se sienten únicos. Ha sido impresa en un blanco y negro de suaves contrastes pero sin evitar algunos contraluces que, a veces, oscurecen el todo. Baila sobre una línea temporal resquebrajada; antes la hubiéramos tildado de cubista, hoy se hablará quizá del metaverso.

A Ricardo III, el último rey de la casa York, William Shakespeare le regaló un pasaporte para la eternidad ciento diez años después de su muerte en la batalla de Bosworth. Creo un visado intoxicado porque su retrato del rey inmortal(izado) -ya saben quiso cambiar su trono por un caballo-, estaba condicionado por la aprobación de los vencedores, los Tudor.