En algo menos de dos horas Paul Urkijo se pasea por los recovecos de la mitología vasca. Pero, además, se mete en el barrizal de querer narrar en clave fantástica la batalla de Roncesvalles, aquella en la que la armada francesa de Carlomagno, con Roldán en la retaguardia, tras conquistar medio mundo, fue derrotada por un ejército formado en auzolan por montañeses vascones, soldados cristianos y tropas sarracenas.
Con cada nueva entrega se abre más y más la brecha que separa el público iniciado con el proyecto Marvel-Disney de quienes se han ido alejando de él o, simplemente, no lo soportaban. De momento, los primeros hacen buena caja y evidencian una fidelidad extrema. Basta con ver cómo, al final de cada nueva entrega, las salas que suelen quedar vacías en cuanto aparecen los créditos, permanecen con el 80% de quienes han entrado, expectantes ante lo que no es sino un guiño sobre lo que vendrá en las siguientes aventuras.
Desde el primer segundo, preludiado por las informaciones que se nos han ido dando, las simpatías están con esta película que, pese a la humildad de su producción, ha sido nominada para el Óscar. Sarah Polley, bien conocida por su hacer como actriz con Isabel Coixet, Atom Egoyan, David Cronenberg, Michael Winterbottom y Terry Gilliam, o por su trabajo como directora: «Lejos de ella», (2006), se sirve de la obra de Miriam Toews, una fábula anacrónica que acontece en 2010.
En sus primeros largometrajes, menos ambiciosos formalmente y, por eso mismo, más ajustados, más sólidos, Ruben Östlund sumía al público en ese terreno pantanoso donde los juicios morales y los prejuicios entran en serio conflicto. “Play” (2011) y “Fuerza mayor” (2014) mostraban una capacidad extraordinaria para palpar la incomodidad de lo convencional al desvelar la fragilidad de lo aparente.
Si todo el mundo ha sido prevenido de que los Fabelman narra la infancia y la adolescencia de Steven Spielberg, su descubrimiento del cine y la vida y su despertar a la evanescencia de la verdad, a la utilidad de la mentira; la pregunta inevitable apunta al hecho de interrogarse por qué Spielberg no titula el filme con el nombre de la familia.
“El oro del Rin” (“Das Rheingold”) es una ópera con música y texto de Richard Wagner; la primera de las cuatro piezas que forman el ciclo de “El anillo del nibelungo”, el que inspiró el título del tristemente célebre decreto “Noche y niebla” con el que Hitler puso en marcha su solución final.
Con guión de hierro y ninguna sorpresa, la edición 2023 de los premios Goya, cumplió uno a uno con todos los compromisos que se le reclamaban. Incluso el de la improvisación.
Con “Almas en pena de Inisherin”, el dramaturgo, guionista y director Martin McDonagh filma su cuarto largometraje con la certeza de que los cuatro merecen la pena. Si ya conocen “Escondidos en Brujas” (2008), “Siete psicópatas” (2012) y “Tres anuncios en las afueras” (2017), ya lo saben; si todavía no las han visto, subsanen cuanto antes esa carencia. No se arrepentirán.
Fiel a sí mismo, M. Night Shyamalan no ha modificado ni una coma del libro de estilo que dio a conocer con “El sexto sentido”. “Llaman a la puerta”, su reescritura de la novela de Paul Tremblay, un escritor de terror de creciente predicamento en la actualidad, le sirve a Shyamalan para ratificarse en esas constantes que hacen de su universo una revisión inquietante, aunque menos perversa, del cine de Alfred Hitchcock.
Pocas señales nos llegan del cine paquistaní. Sí que la visión de “Joyland” nos alerta de que si el debutante Saim Sadiq representa la calidad media de su producción cinematográfica, se impone la necesidad de recuperar ese legado.