En un fugaz pantallazo de móvil, Todd Field nos avisa, a través de Lydia Tár (Cate Blanchett), que la imagen pertenece a la habitación del hotel donde se hospeda Plácido Domingo. Nunca se volverá a citar al tenor español acusado de depredador sexual; pero la mención es suficiente para percibir que Lydia Tár ha sido gestada con la misma esencia.
“Babylon” es hija de la desmesura y, en consecuencia, solo el exceso y desde el exceso puede ser redimida. Pero recapitulemos. Sorprende el alto riesgo asumido por Damien Chazelle, director y guionista en “Babylon”, filme que en EE.UU. ha colisionado con una taquilla tan gélida como la tibia respuesta crítica de quienes antes le aclamaron.
Todavía en plena pandemia y con los protocolos de la Covid reclamando mascarillas e imponiendo distancias de seguridad, “Mikado” se presentó en el SSIFF de 2021. Emanuel Parvu concurría a la sección Zabaltegi como nuevo director y su filme no pasó desapercibido.
Como un huevo Kinder, cuesta trabajo determinar si lo que importa en “Decision to Leave” habita en su armadura de “thriller” o en su corazón de romance melodramático. Tal vez el secreto de su magnetismo resida en no saber qué nos atrapa porque, en la vida, las cosas nunca seducen por lo que queremos creer.
Entre desconocedores, perezosos y gentes con prejuicios, “Cumbres borrascosas” suscita desconfianza, suena a rancio. Pero eso es algo contra lo que el cine lucha desde hace, al menos, cien años.
El cine de Diego Lerman (“La mirada invisible”(2011) y “Una especie de familia” (2017), no se conforma con adecuarse a las directrices del cine comercial. Siempre hay en él, un toque de compromiso con lo que le circunda; ese “algo más” que imprime a sus historias un evidente contenido de beligerancia y crítica, de descripción y contestación.
De bandera danesa pero aflicciones iraníes, “Holy Spider” parece adentrarse en parecido terreno al que dio a Bong Joon-ho su proyección internacional: “Memories of Murder” (2003). Como se recuerda, o como se puede rastrear, el director de “Parásitos” emitió señales inequívocas de su talento con un oscuro “thriller”…
Por diferentes causas, el cine comercial no sabe retratar el mundo del arte contemporáneo. Sus reflejos se llenan de viejos prejuicios o se refugian en chistes gruesos, gastados y/o de poca o ninguna gracia. Es más que probable que las dioptrías con las que algunos cineastas abordan esta cuestión estén tan mal calibradas como las de la mayor parte de quienes tanto desconfían de las artes plásticas de nuestro siglo.
Con 54 años, ocho hijos, una vieja y dominada dislexia y dos “ex”, una de ellas Madonna, Guy Ritchie, si no está de vuelta, lo parece. Poseedor de un estilo febril, videoclipero de raza y ritmo anfetamínico, hace años que dirige para sí mismo; o sea hace lo que le da la gana.
Scott Cooper, director y guionista de “Los crímenes de la academia” pretende sostener con este filme un homenaje extraño y ambivalente en torno a la figura de Edgar Allan Poe. Recordemos que el título en castellano no es sino una perezosa y arbitraria reinvención de “The pale blue eye”, algo que emana del universo de Poe