Título Original: OPERATION FORTUNE: RUSE DE GUERRE Dirección: Guy Ritchie Guión: Ivan Atkinson, Marn Davies y Guy Ritchie Intérpretes: Jason Statham, Aubrey Plaza, Josh Hartnett, Cary Elwes y Hugh Grant País: EE.UU. 2022 Duración: 114 minutos
El poder del oro
Con 54 años, ocho hijos, una vieja y dominada dislexia y dos “ex”, una de ellas Madonna, Guy Ritchie, si no está de vuelta, lo parece. Poseedor de un estilo febril, videoclipero de raza y ritmo anfetamínico, hace años que dirige para sí mismo; o sea hace lo que le da la gana. Con un inicio fulgurante -“Lock, Stock” (1998) y “Snatch” ( 2000)-, todo en Ritchie se ve revolucionado, como pasado de vueltas Trece largometrajes después, Ritchie no ha bajado la tensión de su prosa. Basta con observar con atención los primeros minutos de “Operación Fortune” para comprender que muy pocos directores poseen tanta energía visual.
En su filme anterior, “Despierta la furia”, volvió a colaborar con Jason Statham, el actor con el que hizo sus dos primeras películas, en un gesto de retorno a su juventud. Aquí, repite otra vez con Statham y hace de Hugh Grant su principal antagonista. Con ello, Ritchie se reitera en las señas de identidad de un cine de evasión, escópico y sin aparentes pretensiones. Fuegos artificiales para deslumbrar.
Escapismo extremo para un argumento que mezcla referentes canónicos del thriller -desde “Misión imposible” a “007”- y que incluye, claro está, los referentes autogenerados por el propio Ritchie en sus versiones de Sherlock Holmes o en su reescritura del viejo agente de C.I.P.O.L. («Operación U.N.C.L.E.«).
Y como acontece con los mimbres que Ritchie utiliza generalmente, en este cine comercial, bajo su inofensiva banalidad, se cultivan algunas parábolas premonitorias sobre la geopolítica y los intereses del neocapital. Así, en “El gran engaño”, un famoso actor, calco de Tom Cruise, se ve mezclado con un grupo de agentes en la misión de desmantelar una operación que trata de hundir el sistema del imperio digito-virtual. Ucranianos desalmados, turcos sin patria y
biotecnócratas enriquecidos, asumen el papel del “enemigo” para mezclar humor con acción, lujo con estupidez, y frescura con anorexia argumental.
Pura apología obscena del dinero que no duda en redimir al canalla, interpretado con flema y riqueza por Grant, y que nos recuerda cómo se pudre la Gran Bretaña del Brexit.