Maixabel Lasa, o sea la figura que sostiene esta película abordada con actitud artesanal y sumo respeto por Icíar Bollaín, se convierte en santo y seña de cuanto impera en una recreación que dice hablar sobre el perdón, pero que se debe a la ilustración de una actitud tan ejemplar como insólita.
Si cinematografías como la polaca y la checa brillan, la húngara no les desmerece. Hace poco se estrenaba la última pieza de Itsvan Szabó, un nombre histórico al que habría que unirle otros eternos como Miklós Jancsó y Lajos Koltai y sin duda, Béla Tarr y László Nemés.