“Siempre contigo” fue escrita desde la proximidad y el conocimiento. Pero no el de quien se ha adentrado con profundidad e información en lo que está hablando, sino de quien ha vivido en carne propia lo que está mostrando.
Hace 68 años H.G. Clouzot, un cineasta que empezó a hacer cine con el advenimiento del sonido y supo filmar un puñado de piezas de orfebrería como “Las diabólicas” (1960), dirigió “El salario del miedo”.
Shawn Levy (Montreal, 1968) alcanzó cierto reconocimiento popular gracias al éxito de “Una noche en el museo” (2006). Con ese fundamento se montó una trilogía. De hecho, desde la última entrega, 2014, Shaw Levy no había vuelto a dirigir largometrajes.
En el minuto 45, segundo arriba, segundo abajo, aparece la niña que da título a la última película de Leos Carax; “Annette”. Su alumbramiento conlleva una revelación. Una descomunal epifanía.
Dinamarca no cree en los superhéroes pero sabe que el tiempo de Dreyer ha pasado. El de Lars von Trier probablemente también. Su mirada hace ya tres o cuatro proyectos que presenta síntomas preocupantes de un crepúsculo precoz.
Itsván Szabo nació en plena guerra civil española, (Budapest, 18 de febrero de 1938), cuando el Ebro se preparaba para la más sanguinaria batalla de su historia. En ese tiempo, Szabo era demasiado niño pero su adolescencia y juventud supo del totalitarismo stalinista, de la guerra fría y de sus demonios.
En la primera edición del festival Punto de Vista, 2005, se dedicó una amplia retrospectiva al cine documental japonés. Junto a una selección histórica de los mejores textos fílmicos basados en el cine de no ficción, se estableció una cita singular con una joven cineasta llamada Naomi Kawase.
Si el primer asalto de “Escuadrón suicida” daba pena; esta entrega, deja sin palabras. Si en su obra precedente, bajo la batuta de David Ayer y con el viejo esquema de “Doce en el patíbulo” y la sobredosis de humor rancio y talento breve solo latía algún alivio en la presentación de los personajes y en las zonas de transición; en esta nueva aparición, todo se abisma.
Estas “Damas de hierro” asumen las enseñanzas de las “Chicas de oro”. Como la serie norteamericana, también aquí son tres mujeres veteranas quienes cargan con el hilo conductor de un filme que descoloca y fascina, que divierte y abruma.
El punto de partida de “Tiempo” podría haberse escrito en una noche de tormenta, como consecuencia de un abrazo dialéctico entre Jorge Luis Borges y Ray Bradbury. No fue así; su gestación descansa en el encuentro de dos autores que responden al nombre de Fréderick Peeters y Pierre Oscar Lévy.