Título Original: UN EFECTO ÓPTICO Dirección y guion: Juan Cavestany Intérpretes: Carmen Machi, Pepón Nieto, Luis Bermejo y Lucía Juárez País: España. 2020 Duración: 78 minutos
Mortadela en Nueva York
Juan Cavestany, codirector junto a Enrique López Lavigne de “El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo” (2004); carga como un nazareno sin respiro con el hecho de que aquel primer largometraje sigue siendo su mayor éxito de público. También probablemente sea su trabajo más fallido. Pero es que eso, fallar, es algo que Cavestany viene repitiendo a lo largo de tres lustros. Lo propio de su hacer le lleva a habitar en lo fallido; a encallar en la sensación de no lograr jamás ni lo anunciado ni lo esperado. Pero no se equivoquen, el cine de Cavestany se hunde en el fracaso porque como cine aspira a adentrarse allí donde nadie alcanza a imaginar.
Habría que remontarse al tiempo de Luis Buñuel para encontrar otro director tan dispuesto a bucear sin precaución ni oxígeno. Cuando no puede hacer largometrajes, se inventa cortos o trabaja en series de televisión. Ha cogido el testigo del Cuerda de “Total” , el que cantaba aquello de “Apocalipsis…, fin de la historia”. Como el albaceteño, Cavestany tampoco “es(tá) muy católico”. Lo suyo es el disparate y en “Un efecto óptico” cultiva el desconcierto. Sobrios y convincentes Pepón Nieto y Carmen Machi, la insólita pareja, le ayudan a Cavestany a abrazar el metalenguaje desde un paisaje de caspa y costumbrismo. Sabor a mortadela y queso tiene su pareja protagonista: un ganadero de Burgos y su mujer. La cosa promete un viaje de descanso y reconciliación, de rehabilitación y huida de su pareja protagonista a Nueva York. Pero lo que podría abismarse hacia la versión 2020 de “La ciudad no es para mí”, dos castellanos perdidos en Manhattan, se descubre como la perversión del relato canónico. Nada obedece a la lógica ni la lógica obedece a ningún amo. Lo que no significa que la película carezca de sentido. Lo tiene.
Como posee una magnífica banda sonora omnipresente y unos requiebros argumentales que cambian de valor y mantienen la sorpresa con cada nuevo giro. El resultado puede entenderse como fallido. Así es. Naufraga con la lucidez de quien solo en el error encuentra el placer de preguntarse por el verdadero derrotero de todo esto. Pero en sus restos hay más cine que en la mayor parte de los estrenos del cine premiado.