Lo que “Ilargi Guztiak” desvela acontece entre dos guerras. Más exactamente entre el final de la tercera guerra carlista (1876) y el inicio de la guerra civil española (1936). En esos 60 años se nos cuenta la historia de Amaia, una niña huérfana que encontrará padre y madre, aunque ninguno sea de su sangre y a ninguno pertenezca.
Fueron apenas unos segundos. Pero fueron extraordinariamente elocuentes. En ellos, una dama de la interpretación de muchos quilates y ninguna equivocación, Glenn Close, perreaba delante de sus amigos entre risas de fingida despreocupación en la noche de la entrega del Oscar. Medio mundo la vio y pocos percibieron la frustración de su soez danza.
La película se abre con imágenes de bomberos saltando en paracaídas para descender allí donde reina el fuego. Termina con sus protagonistas chamuscados y en tierra firme tras una aventura que promete más de lo que da. Especialmente por la falta de tensión en el relato y por la escasa hondura en el modelado de los “malos” de un filme cuyo leit motiv se nos oculta.
Si no se ha visto “El olvido que seremos”, podría creerse que no hay director capaz de conseguir que Javier Cámara haga mal su trabajo. Almodóvar casi lo logra, pero ni siquiera el autorde “Dolor y gloria” pudo con el talento, el carisma y la profesionalidad del excelente actor. Quien sí lo ha conseguido es Fernando Trueba, un profesional que no duda en afirmar que “el 90% del cine actual es de una estupidez inconcebible”.
Si buceamos en el pasado de Ilya Naishuller, un profesional ruso que ahora trabaja para EE.UU., descubriremos muchos videos musicales y un largo de acción cibernético. Nada más, ni nada menos. Si abrimos en canal lo que “Nadie” es, encontraremos una mezcla emponzoñada entre la iconografía malsana de David Lynch y un dulce olor a podredumbre de David Cronenberg.
Cuanto más impactante es el parecido físico entre Johnny Depp y Eugene Smith, más irritante resulta la vulgar caricatura que el actor de “Piratas del Caribe” hace del fotógrafo antifascista.
Tras evidenciar sus credenciales como cortometrajista, la directora argentina Mariana Barassi debuta con una historia nacida para el teatro. De hecho, en “Crónica de una tormenta” fue su productor, Gerardo Herrero, el primero que, tras ver la obra en Madrid, comprendió que allí respiraba una película interesante.
Creada a partir de la novela de Hannelore Cayer, coguionista junto al director de este filme, Jean-Paul Salomé, no cuesta trabajo pensar que sobre el papel, cuando se preparaba el rodaje de “Mamá María”, se entendió que si Isabelle Huppert aceptaba el papel, tendrían a la actriz perfecta. Probablemente lo era, de hecho lo es. La vitalidad que derrocha en esta comedia que busca la gracia y nunca la encuentra, resultan irreprochables, pero hacer una buena película siempre ha sido cosa de muchos.
Porque en Irán el temor de Dios recorre sus calles, la culpa y el perdón parecen empapar casi todas sus obras cinematográficas. Al menos las que nos llegan. Esa atmósfera preñada de extraña religiosidad aparece a ojos occidentales como amenaza y diferencia.
Hace diez años Yeon Sang-ho dio un golpe de autoridad en el agitado y emergente panorama del cine de Corea del Sur. Digamos que hablamos de una cinematografía que, desde la última década del siglo pasado, desde que la parte de la península coreana no sujeta a la mordaza de acero asumió un proceso democrático liberado a la tutela militar, se ha situado en la cabeza del interés cinematográfico mundial.