Título Original: FORD V. FERRARI Dirección: James Mangold Guión: Jason Keller, James Mangold, Jez Butterworth, John-Henry Butterworth (Libro: A.J. Baime) Intérpretes:  Matt Damon, Christian Bale y Caitriona Balfe País:  EE.UU. 2019  Duración:  152  minutos

A todo trapo

James Mangold acredita una trayectoria capaz de identificar lo ecléctico con lo impersonal. Es un operario de la realización que se debe a las exigencias del productor, siempre y cuando éstas no resquebrajen la calidad presupuestaria de sus proyectos. En ese orden, Mangold, autor de piezas como los spin-off dedicados al hombre lobo de los XMen,  o la delirante “Noche y día” que reproducía San Fermín en Sevilla al galope de una moto conducida por Tom Cruise, garantiza espectáculo a toda costa; aunque eso implique una ausencia total de lealtad a lo auténtico.
Lo que aquí se cuenta, a toque de cornetín del Séptimo de Caballería, es decir sin ningún respeto a la verdad ni a la ecuanimidad, gira en torno al enfrentamiento comercial entre dos marcas automovilísticas hegemónicas en los años 60: Ford versus Ferrari. El filme cede el protagonismo a dos personajes: un constructor de coches, ex-piloto de Fórmula 1, al que una precaria salud le retiró antes de tiempo, Carroll Shelby; y un piloto británico, Ken Miles, de extravagante comportamiento y temerarias conducciones.
Ambos personajes existieron y ambos ejecutaron más o menos lo que se cuenta en esta película que cede los mandos y el hilo conductor a sus dos intérpretes: Matt Damon y Christian Bale. Si Mangold determinó el tono, sus actores escogieron el volumen. En el caso de Bale, su histrionismo resulta atronador. Ante él, Damon, más adaptable y menos hiperbólico, se limita a devolver los golpes sabiendo que será é quien  cierre el relato.  En el guión, demasiados escritores para un relato tan desvestido, se perciben intereses contrapuestos; puntos de vista que no concilian bien con un filme en el que se alternan secuencias inspiradas con material de relleno. En la parte de la cal, está todo aquello que gira en torno a una evidencia, las mayores dificultades no las provoca el rival sino la gente del equipo propio. En ese sentido, de haber sido menos proclive a los fuegos artificiales, Mangold podría haber desarrollado un interesante ensayo sobre la competitividad deportiva, la amistad y el juego sucio que rodea no al deporte en cuanto deporte, sino en cuanto poder y dinero. No ha sido esa la apuesta de Mangold, quien prefiere incidir en una sucesión de carreras, accidentes, incidentes, zancadillas y tópicos sobre el éxito y el fracaso, dejando en aceptable lo que con más rigor hubiera sido un filme inspirado.
Please follow and like us:
Pin Share

Deja una respuesta