Como Samuel Beckett, Agnès Varda ha dedicado su vida a la espera(nza). A diferencia del nobel irlandés, su mirada no zozobra en el existencialismo y el absurdo; al menos no desde la desesperación de quien juzgaba el tiempo venidero como un futuro abocado al vacío y la nada. Podría resultar productivo analizar el trabajo de Varda desde esa contraposición con respecto al autor de Esperando a Godot.

El director de este docudrama proviene del cine de no ficción. De ahí que necesita armarse de realidad. De hecho. tras una solvente trayectoria como documentalista, Borg, McEnroe, la película, surge como una ficción de escalofriante realismo. Una ficción que recrea un partido de tenis que existió; el que por vez primera enfrentó a los dos mejores tenistas de ese momento.